Ya
nos previene el dicho popular que, para gustos los colores.
Ciertamente, a los colores les hemos otorgado un papel central en
nuestras vidas. Desde las manifestaciones artísticas más primitivas como
los dibujos de las cuevas de Altamira hasta las piezas cumbre de genios
como Velázquez o la decoración de edificios, los colores siempre son
fuente de inspiración, quizás como una respuesta a intentar imitar a la
naturaleza que nos rodea, siempre cargada de mezclas de colores que
crean combinaciones únicas y, en ocasiones, irrepetibles.
En
este segundo capítulo se abordarán las razones por las cuales los
objetos adquieren color, gracias a la absorción de luz por parte de las
moléculas.
Como se ha visto en el apartado anterior, los electrones de
las moléculas pueden encontrarse en diferentes niveles de energía. En situación
normal, un átomo o molécula se encuentra en su nivel más bajo de energía, al
que se llama nivel fundamental. El resto de niveles con más energía reciben el
nombre de niveles excitados (Figura 7).
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Figura 7. Clasificación de los
niveles electrónicos de energía en una molécula. (Fuente: Elaboración propia) |
Como ya se vio en el caso de un átomo, también
es posible llevar los electrones de una molécula desde su nivel fundamental a
un nivel excitado. Para ello, es preciso aportar una cantidad de energía que
coincida con la separación energética (ΔE) entre ambos niveles.
¿Cómo conseguir
aportar esa energía? Como se vio en el apartado anterior, las radiaciones
electromagnéticas tienen una energía cuyo valor responde a la ecuación de Planck. El espectro
electromagnético recoge todas las radiaciones conocidas. En la Figura 8 se
representa un espectro electromagnético que contempla desde las ondas de radio,
que poseen una mayor longitud de onda hasta los rayos gamma, de longitud de
onda mucho menor. Por lo tanto, es fácil concluir que se tiene un amplio
abanico de radiaciones electromagnéticas con las que poder trabajar para
inducir los tránsitos entre diferentes niveles de energía.
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Figura 8. Espectro electromagnético. (Fuente:
Wikimedia)
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Cuando los electrones de una molécula en su nivel fundamental
se irradian con luz de energía adecuada, pueden absorber dicha energía y hacer
que la molécula pase a un estado excitado. Esta es la base de la llamada interacción
materia-radiación.
A pesar de la gran cantidad de radiaciones contempladas en el
espectro electromagnético hay que destacar lo pequeña que resulta la región de
la luz visible para los humanos, comprendida entre los 400 y 700 nm,
aproximadamente. La interacción materia-radiación en esta región es responsable
de los colores de los objetos que nos rodean. La luz que llega del Sol está
compuesta por todos los colores comprendidos en la zona visible del espectro,
que pueden diferenciarse cuando, por ejemplo, se produce un arco iris. Cuando
un objeto tiene un color determinado es gracias a que las moléculas que lo
constituyen están absorbiendo parte de la radiación en la zona visible del
espectro. Por ejemplo, un tomate es rojo debido a que las diferentes moléculas
de la piel del tomate absorben toda la radiación visible a excepción de la zona
roja, luz con una longitud de onda de 630 nm, aproximadamente (Figura 9).
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Figura 9. Proceso de observación del color.
(Fuente: Elaboración propia)
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Hasta ahora se han contemplado los procesos que permiten
observar los colores, pero ¿qué tipo de moléculas hay en la naturaleza que sean
responsables de los colores que observamos de los objetos?
Las moléculas presentes en los objetos con color suelen
poseer dos elementos: el grupo cromóforo y el auxocrómico. El cromóforo se
define como el grupo funcional que está directamente relacionado con la
absorción de luz, al poseer generalmente un elevado número de electrones
deslocalizados de tipo p. Por sí solo, un grupo cromóforo puede hacer que la
molécula dé lugar al color. Entre los principales ejemplos de grupos cromóforos
se puede destacar a la sucesión de dobles enlaces conjugados R-(CH=CH)n-R
y la unión conjugada de varios anillos aromáticos, donde existen un elevado
número de alternancia de enlaces sencillos y dobles.
Por su parte, un auxocromo es un grupo funcional que suele
absorber en la región del ultravioleta, lo que no daría lugar a la aparición de
color, pero que es capaz de afectar a los cromóforos, tanto en la longitud de
onda en la que absorben como en la intensidad de esa absorción (lo que dará
lugar a colores más o menos intensos). Grupos funcionales como ácidos
carboxílicos, alcoholes o aminas entran dentro de este grupo de auxocromos.
Ambos elementos están presentes en las moléculas responsables
del color de gran cantidad de objetos de la naturaleza. Por ejemplo, el
β-caroteno (Figura 10) posee una elevada acumulación de dobles enlaces
conjugados, lo que hace que posea un color entre el amarillo y el anaranjado.
Precisamente el color naranja de las zanahorias es en buena medida debido a
esta molécula, si bien nos la podemos encontrar en otros alimentos como en los
limones y los plátanos, por poner sólo unos ejemplos.
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Figura 10. Estructura del beta-caroteno. (Fuente: Wikimedia)
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Otro colorante natural es la luteína (Figura 11), que se
puede encontrar en múltiples alimentos como la yema de huevo o los kiwis. Su
estructura resulta muy interesante, ya que es muy parecida la del β-caroteno, a
excepción de la presencia de dos grupos –OH, que entran dentro del grupo de los
auxocromos comentados anteriormente.
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Figura
11. Estructura de la
luteína. (Fuente: Wikimedia)
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Igualmente existe una analogía estructural en el caso del
licopeno (Figura 12), aunque en esta molécula los extremos no están rematados
por sendos anillos cíclicos como sí ocurre en el β-caroteno y en la luteína. El
licopeno es la principal molécula responsable del color rojo de los tomates o
la parte interna de las sandías.
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Figura
12. Estructura del
licopeno. (Fuente: Wikimedia)
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La cantidad de moléculas presentes en productos naturales y
responsables de su color es tan sumamente amplia que sobrepasa las aspiraciones
de este capítulo.
Sin embargo, la importancia de estas moléculas encontradas en
la naturaleza, empleadas fundamentalmente como colorantes en la industria
textil, ha sido enorme, con impacto no solo en el progreso industrial y
comercial de muchos países a lo largo de la historia, sino también desde un
punto de vista científico, ya que contribuyó al florecimiento de la Química
Orgánica. Durante siglos, algunos de estos colorantes obtenidos a partir de
fuentes naturales eran tan escasos que su uso estaba reservado sólo a las
clases más altas de la sociedad. Por ejemplo, los antiguos fenicios, en la
ciudad de Tiro (actual Líbano), fueron los principales productores de un
colorante conocido como Púrpura de Tiro, también llamado Púrpura Real o Púrpura
Imperial, un nombre que denota fácilmente quién podía permitirse vestir una
prenda teñida con este colorante. La particularidad de este compuesto es que se
obtenía a partir de la secreción de un molusco llamado Murex Brandaris
(Figura 13). Existe una leyenda, atribuida tanto a Hércules como a Helena de
Troya, según la cual fueron los primeros en observar este color porque al dar
un paseo por la playa con su perro, éste mordió las conchas de los moluscos y
la boca se tiñó de color púrpura. Se calcula que para producir un gramo de este
colorante se necesitaban del orden de 9000 ejemplares del molusco. La molécula
responsable del color púrpura de este colorante, el 6,6’-dibromoindigo, es la
que se muestra en la Figura 14.
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Figura 13.
Ejemplares de Murex Brandaris.
(Fuente:
Murex sp | Luis Fernandez García | Wikimedia) |
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Figura 14. 6,6’-dibromoindigo,
molécula responsable del color en el púrpura de Tiro. (Fuente: Wikimedia) |
Otro de los colores que durante siglos se podía encontrar con poca frecuencia era el
azul. Pensemos que el azul tampoco es uno de los colores predominantes en la
naturaleza, siendo escaso, por ejemplo, el número de flores con este color.
Hasta finales del S. XIX, la planta Indigofera tinctoria (Figura 17) fue
la principal fuente del colorante azul conocido como Índigo. Esta planta crecía
en climas tropicales y subtropicales, especialmente en la India, por lo que fue
una de las materias más valiosas en el comercio entre las metrópolis y sus
colonias durante siglos. Lo curioso de este colorante es analizar la estructura
de la molécula (Figura 18) responsable de su color y compararla con la mostrada
previamente en la Figura 14. Entre el Púrpura de Tiro y el Índigo la única
diferencia reside en los dos átomos de Br que aparecen en la estructura del
primero. Sorprende cómo en la naturaleza puedan obtenerse moléculas tan
parecidas cuando una es producida por un animal y la otra por una planta.
Posiblemente, la incorporación de los átomos de Br en el Púrpura de Tiro se
deba a que el animal que lo produce es marino y en el agua de mar abundan los
halogenuros como los iones cloruro, bromuro y yoduro.
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Figura 17. Muestra
de Indigofera tinctoria.
(Fuente:
Wikimedia) |
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Figura 18.
Molécula de índigo.
(Fuente:
Elaboración propia) |
En la actualidad, el Índigo sigue siendo
uno de los colorantes más utilizados debido a que es empleado para teñir de
color azul los pantalones vaqueros. (VER EXPERMENTO EN ESTE
ENLACE)
Para finalizar este rápido repaso a la
importancia de los colorantes naturales, no puede olvidarse al ácido carmínico,
uno de los colorantes rojos más importantes. Este colorante se obtenía a partir
de un insecto llamado cochinilla o Dactylopius coccu (Figura 19), que
vivía en las regiones del actual México y Perú, parasitando a plantas del
género Opuntia. El descubrimiento de América y el establecimiento de las
colonias españolas supusieron la difusión de este colorante por todo el mundo,
alcanzando elevadísimos precios. Precisamente por ello, España mantuvo el
secreto de cuál era la fuente y cómo se obtenía este colorante durante
prácticamente 200 años, hasta el S. XVIII, e incluso entonces, mantuvo el
monopolio de su comercio. Además, se trasladaron plantas y ejemplares del
insecto a las Islas Canarias, donde se convirtieron en una de las principales
fuentes de riqueza para el comercio de la zona. La molécula responsable del
color de este colorante se muestra en la Figura 20.
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Figura 19.
Insecto de cochinilla
(Fuente:
Dactylopius coccu (Barlovento) | Franck Vincent | Wikimedia) |
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Figura 20.
Ácido carmínico.
(Fuente:
Elaboración propia) |
Sin embargo, los métodos tradicionales de obtener colorantes
estaban condenados a la extinción ante los albores de la revolución industrial
y la necesidad de obtener mayores cantidades de producto a menores precios. De
ahí que a mediados del S. XIX se empezara a plantear la síntesis de estos
compuestos artificialmente. Curiosamente, uno de los primeros colorantes
artificiales fue obtenido por accidente. En las vacaciones de verano de 1856,
William Henry Perkin, que tenía 18 años y estudiaba Química en el London’s
Royal College of Chemistry, se encontraba experimentando en el laboratorio
que había construido en la cocina de su casa, intentando sintetizar la quinina,
un compuesto con una elevadísima demanda debido a que era un antimalárico. Los
experimentos que realizó para obtener la quinina fueron infructuosos, pero en
uno de ellos obtuvo un residuo oscuro que al suspenderlo en etanol daba lugar a
una disolución de color morado oscuro. Al introducir un trozo de seda en la
disolución observó que ésta se teñía y, además, que el color era resistente al
agua y a la luz. Mandó la muestra a una empresa tintorera de Escocia y la
respuesta fue bien sencilla: si el producto podía obtenerse de forma barata,
posiblemente sería uno de los colorantes más valiosos de los últimos años.
Perkin decidió abandonar sus estudios de Química y con ayuda de su padre
patentó el producto, llamándolo mauveina, e inició su producción a gran escala.
El éxito del colorante fue inmediato y como muestra de su popularidad baste
decir que la reina Victoria de Inglaterra llevó un traje teñido de este color
en la boda de una de sus hijas, en 1858, sólo dos años después del
descubrimiento. Éste fue el punto de partida para la explosión de la industria
de los colorantes. Paralelamente a la obtención y la investigación realizada en
estos nuevos productos, el conocimiento sobre las reacciones y la estructura de
los compuestos orgánicos creció espectacularmente. Así, a finales del S. XIX,
ya se producían 2000 productos diferentes y países como Alemania cimentaron su
progreso económico en este tipo de industria. Perkin, por su parte, tras 15
años dirigiendo la fábrica donde se producía su preciado colorante, la vendió y
se retiró a seguir investigando en el laboratorio de su casa, aunque con una
cuenta corriente bastante más abultada que cuando, siendo estudiante, estuvo
trabajando en sus vacaciones de verano.
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