Durante siglos, los alquimistas buscaron la transmutación de los metales en oro. El conocimiento actual que se tiene sobre la estructura interna de los elementos químicos nos permite concluir que la transformación de un elemento químico en otro diferente implica procesos muy complejos y unas condiciones de trabajo inalcanzables en los tiempos de los alquimistas. Sin embargo, la transmutación entre elementos es posible y constituye la base de la llamada Química nuclear. En este trabajo se muestran algunas ideas fundamentales sobre este campo de la Química y algunas de las aplicaciones derivadas de las que la sociedad ha sacado provecho.

El año 1898 llegaba a su fin. La tarde caía en París y
el frío se empezaba a notar, especialmente en un lugar ajeno a la vista de
todos: el cobertizo de la escuela de Física y Química Industriales. Allí, una
joven venida de Polonia llamada Marie Curie realizaba su tesis doctoral sobre los
“rayos uránicos” descubiertos por H. Becquerel dos años antes. A pesar de la
precariedad de las instalaciones, trabajaba incansablemente con los kilos y
kilos de mineral de pechblenda que le habían mandado desde las minas de Joachimsthal.
La razón por la cual se encontraba embarcada junto con su marido en esta tarea se debía a
que la radiactividad de la pechblenda, un mineral formado por un compuesto de
uranio, era muy superior a la propia actividad del uranio puro. Este exceso de
actividad debía producirse por algo, desconocido en aquel momento, que estaba
presente en el mineral.
Llegar a comprender la base que sustenta el fenómeno
de la radiactividad implica conocer los fundamentos de la estructura del núcleo
atómico. El núcleo de los átomos está formado por dos tipos de partículas: los
protones (con carga positiva) y los neutrones (carentes de carga). Un elemento de la Tabla Periódica se caracteriza por tener
siempre el mismo número de protones (que se representa como el número atómico). Sin embargo, puede modificar su número de neutrones, dando lugar a los
llamados isótopos. La suma del número de protones y neutrones del núcleo de un
átomo constituye el número másico, que puede ser diferente para los distintos isótopos. Así, por ejemplo, el Carbono tiene tres isótopos: Carbono-12 (6
protones y 6 neutrones), Carbono-13 (6 protones y 7 neutrones) y Carbono-14 (6
protones y 8 neutrones). Puede observarse que siempre hay 6 protones (para que
el átomo siga siendo Carbono) pero se modifica el número de neutrones.
No todos los isótopos de un elemento son igual de
estables. Aquellos núcleos que se encuentran en una situación de baja
estabilidad suelen sufrir transformaciones en su número de protones o neutrones
con el fin de alcanzar una situación de mayor estabilidad. Estos procesos
pueden ocurrir por medio de desintegraciones radiactivas espontáneas, de las
que existen tres tipos fundamentales:
- Emisión α (alfa): Se produce cuando un núcleo emite una partícula
formada por dos protones y dos neutrones. Esta partícula puede ser
absorbida por una gran cantidad de objetos, incluida una hoja de papel.
Sin embargo, resultan ser altamente tóxicas para el organismo y pueden
favorecer el desarrollo de tumores.
- Emisión β- (beta): Presente cuando un neutrón se
transforma en un protón y como consecuencia se emite un electrón. Una fina
capa metálica puede ser suficiente para detener estos electrones. Existe
otra variante denominada β+ en la que un protón se transforma
en un neutrón y se emite un positrón (que es la antipartícula del
electrón). Posteriormente se hará mención a la importancia que en medicina
tiene la producción de positrones.
- Emisión γ (gamma): Se trata de radiación electromagnética
(constituida por fotones) que se emite por núcleos inestables. Es el tipo
más penetrante de radiación, siendo detenida solamente por capas gruesas
de plomo u hormigón.
Tanto la emisión α como la β implican una modificación
del número de protones que constituyen el núcleo de un elemento de partida, por
lo que finalmente resulta un núcleo con un número atómico que corresponde a un
elemento completamente diferente. La trascendencia de este último hecho no es
baladí. La posibilidad de que por medio de un proceso radiactivo un elemento
pueda transformarse en otro supone aceptar que es posible la transmutación
entre elementos. La transmutación había sido el fin último de la alquimia,
disciplina totalmente desterrada del conocimiento científico a principios del
S. XX (aunque en el caso de los alquimistas el objetivo no era muy altruista,
ya que se buscaba la obtención de oro a partir de cualquier metal).
En 1903 E. Rutherford y F. Soddy fueron capaces de
establecer las series radiactivas, esto es, el conjunto de elementos en los que
se va transformando un elemento inicial por transformaciones radiactivas
sucesivas. En la Figura 1 puede observarse la serie radiactiva del Uranio-238,
isótopo mayoritario del elemento de partida con el que Marie Curie realizó sus
trabajos. Puede comprobarse cómo tras varias desintegraciones α y β aparecen
dos elementos que en 1898 no se conocían: el Polonio (Po) y el Radio (Ra), que
fueron los descubiertos por Marie Curie (el nombre del primero de ellos lo puso
en honor a su país natal). En 1903, el matrimonio Curie y H. Becquerel
recibieron el premio Nobel de Física por sus trabajos con la radiactividad. En
1911, Marie Curie recibiría el premio Nobel de Química por el descubrimiento
del Polonio y el Radio. Como Rutherford y Soddy vendrían a concluir
posteriormente, la presencia de estos elementos en minerales naturales como la
pechblenda se debía a que los procesos de desintegración radiactiva del
Uranio-238 habían tenido lugar continuamente durante largos periodos de tiempo.
El único problema es que la cantidad de los mismos presentes en el mineral era
muy pequeña, por lo que no habían sido detectados anteriormente por métodos de
análisis clásicos. Por ello, Marie Curie tuvo que procesar en torno a 8
toneladas de mineral para poder aislar solamente un gramo de cada elemento.
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Figura 1. Serie radiactiva del Uranio-238.
Las flechas diagonales representan emisiones alfa y
las horizontales, beta.
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Las transmutaciones entre
elementos por procesos radiactivos como consecuencia de la inestabilidad de los
núcleos tienen aplicaciones prácticas de gran importancia en diferentes campos.
La
primera de ellas hace referencia a la energía nuclear. Uno de los principales
combustibles empleados para la obtención de energía por esta vía es el uranio
enriquecido en el isótopo Uranio-235. Sobre este isótopo se hace incidir
primeramente un neutrón de baja energía, de manera que al añadirse al Uranio-235
se obtiene un nuevo isótopo, el Uranio-236. Sin embargo, debido a la inestabilidad
del nuevo isótopo, se produce una ruptura del núcleo, dando lugar a la
aparición de Criptón-92 y Bario-141 como elementos productos, y tres nuevos
neutrones que pueden reaccionar con nuevos átomos de Uranio-235, dando lugar
así a un proceso en cadena. En el proceso de ruptura del núcleo de Uranio-236
se liberan además alrededor de 200 MeV de energía. Esta energía es la
que se aprovecha para generar vapor de agua a presión que mueva una turbina y
la transforme en corriente eléctrica (Figura 2). Por su parte, tanto el
Criptón-92 como el Bario-141 son inestables por tener un exceso de neutrones.
Por ello estos elementos y otros productos de la fisión dan lugar a procesos
radiactivos, generalmente emisiones β, que son los causantes de que los
residuos nucleares deban ser sometidos a un estricto control en instalaciones
especialmente diseñadas para tal fin.
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Figura 2. Representación general del proceso de fisión
del núcleo de
Uranio aprovechado en la energía nuclear.
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Poco después de conseguir aislar el polonio y el
radio, Pierre Curie, marido de Marie, pensando que la radiactividad de los
nuevos elementos descubiertos podía tener unas propiedades similares a los
Rayos X, observó que un pañuelo impregnado con una disolución de radio y en
contacto con la piel del brazo provocaba una inflamación que duraba varias
semanas. Este hecho aumentó su interés por buscar aplicaciones médicas a la
radiactividad tan acentuada que poseía el radio. Los primeros ensayos
terapéuticos fueron llevados a cabo por el médico Henri Daulos para tratar
distintas enfermedades cutáneas. Los resultados mostraban que las enfermedades
tendían a remitir, por lo que se empezó una carrera en diferentes países por
buscar más aplicaciones curativas de este elemento, incluyendo el tratamiento
del cáncer. A este tipo de tratamiento se le llamó Curieterapia. El éxito
mediático del radio fue tal que hasta se fabricaron con este elemento cremas
para el maquillaje. Si bien este tipo de tratamientos resultaban efectivos,
tuvieron el gran problema de no tener en cuenta que la radiación también
afectaba a los tejidos sanos. Hoy en día, la Física nuclear y el empleo de
isótopos radiactivos constituyen una rama muy importante en la medicina. Pueden
distinguirse dos modalidades dentro de esta aplicación:
- La primera
de ellas es heredera directa de la Curieterapia, aunque presta muchísima más
atención a los efectos adversos de la radiación. Este uso comenzó sustituyendo
al Radio por nuevos elementos como el Cobalto-60, Cesio-137 y Oro-198, para dar
paso posteriormente al Tántalo-182 y el Iridio-192. La radiación que se
aprovecha para destruir las células tumorales puede ser gamma (en el caso de
los tres primeros) o beta. Esta modalidad en la que la fuente radiactiva se
introduce en el interior del paciente junto al tejido tumoral recibe el nombre
de braquiterapia. La fuente radiactiva se implanta en el interior del paciente
por medio de una operación, y la cantidad de isótopo radiactivo a introducir
depende de la dosis que sea precisa y del tipo de tumor que se quiera tratar.
La principal ventaja que presenta esta forma de actuar frente al uso de
radioterapias externas es que al focalizar la radiación en el tejido afectado,
se evitan dosis de radiación innecesaria al tejido sano. Además, se suelen
reducir los tiempos del tratamiento y la posibilidad de que el tumor se
propague.
- La segunda
gran modalidad es el diagnóstico por imagen. La imagen nuclear es un excelente
medio diagnóstico ya que, además de información anatómica también aporta información
funcional sobre los órganos. Dentro de la imagen nuclear existen dos tipos:
- SPECT (del acrónimo
inglés Single Photon Emission Computer-aided Tomography). Esta modalidad emplea isótopos que son administrados
al paciente y que dan lugar a emisiones gamma, que se detectan por medio de una
cámara situada externamente a la persona. Como la radiación gamma obtenida no
es muy diferente a la de los rayos X, el instrumental empleado es bastante
similar. Por otro lado, los isótopos más empleados en esta variante se pueden
obtener fácilmente incluso en el propio hospital. El isótopo que más se utiliza
con este fin es el Tecnecio-99 (metaestable)
- PET (Tomografía por emisión de positrones). En esta
modalidad se emplean isótopos emisores β+. Como se comentó anteriormente,
estos isótopos sufren cambios en su estructura nuclear emitiendo un positrón.
Estos positrones se focalizan sobre el cuerpo del paciente, de manera que se
van frenando al atravesar el tejido biológico. Al tratarse de la antipartícula
del electrón, cuando los positrones interactúan con alguno de los múltiples
electrones que forman parte de las moléculas del organismo, se aniquilan,
emitiendo simultáneamente dos fotones que salen en direcciones opuestas.
Rodeando al paciente se sitúan los detectores sobre los cuales inciden
simultáneamente los fotones producidos por el proceso anterior, de manera que
al ser detectados puede deducirse que se ha producido una desintegración en el
punto medio que une los detectores. Una de las principales limitaciones que
tiene esta técnica es que varios de los isótopos radiactivos, cuyos tiempos de
vida media no superan los 20 minutos, tienen que producirse por medio de
ciclotrones en los mismos lugares donde se toma la imagen, haciendo así más
compleja la instrumentación necesaria en comparación con la técnica SPECT. La
única excepción es el Flúor-18, cuya vida media llega hasta los 110 minutos, lo
que permite que pueda ser producido en lugares ajenos a las instalaciones
hospitalarias.
En
definitiva, la Química nuclear que subyace en los procesos de transmutación
entre elementos por procesos radiactivos demuestra ser, además de interesante a
nivel conceptual, fuente de aplicaciones que tienen un fuerte impacto en la
vida cotidiana que nos rodea y de la que interesa tener un mínimo conocimiento
sobre la base científica que la rige.
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